La línea 5

EL DESVÁN / Rafael Castillejo
Publicado en el suplemento "Artes & Letras" de Heraldo de Aragón


            Creo que no llegué a llorar, aunque debió de faltar poco para que lo hiciera.
           
            La década de los años setenta se iniciaba con la supresión de todas las líneas de tranvía que durante años habían dado servicio a la ciudad de Zaragoza y la 5 fue una de las primeras líneas elegidas para decir adiós a los ciudadanos.  Esto ocurría el día 7 de noviembre de 1971 y, con el cierre de esa línea, se fueron momentos especiales vividos por mí, que bien podrían servirme para  un guión cinematográfico del estilo del que escribió Giuseppe Tornatore para "Cinema Paradiso", ese entrañable homenaje a los viejos cines de pueblo, de barrio o de reestreno. En mi caso sería para recordar a los viejos tranvías eléctricos que nos acompañaron en nuestra infancia y juventud.
           
            Me estoy refiriendo a un tiempo en el que cualquier persona de mi barrio (Torrero), que tuviera necesidad de desplazarse al centro de la ciudad, solía decir que tenía que "ir a Zaragoza".  En esos años, el viaje en tranvía desde la Plaza de las Canteras hasta la Plaza de España me parecía mágico y apasionante.  Si además nos desplazábamos hasta el final del trayecto para visitar a mis abuelos paternos, que vivían en el barrio de Delicias, aquello se convertía en algo digno de contar a los compañeros del colegio.
           
            Mis primeros recuerdos a bordo de aquel viejo tranvía van siempre de la mano de mis padres o de mis abuelos, especialmente los domingos, en busca de un cine que ofreciese alguna película tolerada para todos los públicos.  Años más tarde, solo o en compañía de algún amigo, aunque los cines de reestreno seguían siendo uno de los principales motivos del viaje, a estos se añadían otros alicientes: billares, bocadillos de calamares, las primeras cañas de cerveza, las matinales musicales, las tiendas de ropa juvenil, las modernas cafeterías o los antiguos cafés.  Así fue hasta que llegaron los años en que también tuve que utilizar el tranvía para otro tipo de actividades más formales: dirigirme al trabajo, a la academia nocturna, al cuartel en el que durante varios meses cumplí el servicio militar o a buscar a mi novia.  Con tantos y tan variados  recuerdos, fue lógico que sintiera tanto la desaparición de mi querida Línea 5.
           
            Varios coches de las distintas líneas que formaron la red de tranvías de nuestra ciudad, fueron salvados  por mi amigo José María Valero Suárez, que los libró de acabar en la chatarra.  Valero no sólo restauró algunos, que aún siguen dando servicio en alguna parte del mundo, sino que, además, conserva otros a la espera de que, un día, la ciudad de Zaragoza cree el museo que, hasta ahora, sus dirigentes políticos le han negado. 

 

Rafael Castillejo - Zaragoza, 15 de marzo de 2018